La historia de la bellota

Hay una analogía en el Coaching que dice que las personas somos similares a una bellota, que contenemos en nuestro interior todo el potencial para convertirnos en un majestuoso roble. Para ello necesitamos alimento, estímulo y luz para crecer, puesto que el roble ya se encuentra en nuestro interior.
Los brotes de roble que crecen a partir de las bellotas en la naturaleza, desarrollan rápidamente una raíz fina como un cabello que se encarga de ir en busca de agua. Dicha raíz puede alcanzar hasta un metro de longitud, mientras el brote apenas supera los 30 centímetros. Cuando se cultivan comercialmente en un vivero, la raíz principal suele enroscar en la base de la maceta y se rompe al trasplantar el brote, comprometiendo seriamente el desarrollo de éste en tanto no crezca una nueva. La raíz no ha sido protegida el tiempo suficiente y la mayoría de los criadores ni siquiera se percatan de su existencia o finalidad.
El jardinero experimentado, cuando trasplante un brote, desenrollará la tierna raíz, sujetará su punta y la enterrará cuan larga es en la tierra manteniéndola en posición vertical con ayuda de una varilla metálica. El poco tiempo invertido en este proceso en las etapas iniciales de la vida del árbol asegura su supervivencia y la permitirá desarrollarse más deprisa y hacerse más fuerte que sus hermanos criados con criterios comerciales.